Las pinturas de Víctor Hugo Arévalo Jordán
Tal vez sorprenda que comencemos a hablar del arte pictórico figurativo al analizar a nuestro invitado de hoy, el pintor Victor Hugo que, como ustedes pueden percibir inmediatamente, pertenece a una corriente ostensiblemente no figurativa.
¿Por qué entonces empezar por la figuración, la reproducción formal del objeto visible, con sus numerosas variantes, desde luego, pero todas apuntando a mostrar la naturaleza tal como la ven nuestros ojos? ¿ Porque comenzar por el opuesto dialéctico, por el contraste y no directamente por el análisis específico de la pintura de Víctor Hugo?
Precisamente por eso; porque la actitud rupturista de nuestro maestro invitado sólo puede percibirse cuando se la enfrenta con su contrario, con la concepción contrapuesta en el orden pictórico.
Mientras una, la concepción figurativa busca mantener cierta fidelidad con el objeto representado, la pintura no figurativa abandona definitivamente estos objetivos y se lanza a ese mundo desconocido al que intenta penetrar con encomiable intrepidez: un mundo nuevo, totalmente desconocido, que se va abriendo a medida que el pintor lo va explorando.
Pero fíjense: ese mundo, ese universo antes no existía, por lo menos ante nuestros ojos. Un mundo en el que tal vez no existía gravedad, ni viento, ni soles, tal vez sólo silencio y, eso si, un estallido de colores como única referencia.
Un alucinante terremoto de colores cuyas leyes misteriosas alcanzamos a intuirlas, pero sólo como un pasaje, fugas de eternidades.
Porque de pronto, repentinamente, se nos hace presente la indescifrable casualidad.
Algo en la pintura de Víctor Hugo tiene que ver con la casualidad; en parte como una rebelión a la causalidad que ha regido desde siempre la pintura figurativa: “a tal causa, inexorablemente tal efecto”, a la causa “noche” el efecto es “la sombra”, a la causa “sol” el efecto es “la luz”, a la causa “Dios Mortificado” el efecto “dolor, desolación, amargura”. Todo obedece a leyes preestablecidas, a normas mas o menos rigurosas.
Por el contrario, en la pintura de Víctor Hugo esas normas han desaparecido y en su lugar impera lo inesperado, lo sorprendente, aquello que nunca hubiéramos imaginado.
Y es precisamente en ese momento cuando se hace presente la magia. Que es cuando comienza a trabajar febrilmente nuestra imaginación. Cuando la tela se “carga” no solo con el propósito del pintor, sino con nuestras propias alucinaciones. Y comenzamos a ver -¿ o a entrever?- lo que esta por detrás, un remoto universo impredecible que tal vez estuvo siempre en nosotros pero que, por estarlo, nos sorprende mas todavía.
Aquí llegamos al nudo de la cuestión: en la pintura figurativa el límite puede estar en lo sugerido, en lo insinuado cuando nó en la metáfora directa; en la obra de Víctor Hugo no hay casi indicios. Son, como diría Borges, caminos que se bifurcan, todos distintos, todos diferentes.
He aquí el desafío de un pintor, Víctor Hugo que como el trueno anuncia lluvia. Una lluvia fértil que hará florecer el lirio de nuestra imaginación.
Curadora VANESA CARLI
1 comentario:
FELICITO los sorprendentes progresos, llenos de espontaneidad,sencibilidad y creatividad del artista.Las casualidades en la vida poco tienen de relaciòn con la misma;las "causalidades" tienen un porque, fundamentadas en el devenir de las sensaciones vivenciales y experiencias acumuladas a traves de las obsevaciones y manifestaciones de hechos cotidianos.Todo como en este caso se resume en saberlas expresar para que lleguen y movilicen al observados. Un gran abrazo de tu amigo en la distancia.
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